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La comunidad que construyó su propia escuela en San Pedro

La historia se hizo visible a la opinión pública en general porque sus protagonistas recibieron un premio: el premio Weber a la sustentabilidad económica, social y ambiental del proyecto del estudio Pablo Lavaselli en la Escuela N° 892 “Andrés Guacurarí”, de San Pedro, entregado durante la realización del XIII Premio SCA-CPAU.







Como esta historia tiene varios tramos, NOTICIAS POSITIVAS ARGENTINA entrevistó al arquitecto Lavaselli para que él mismo la contara: “Todo arrancó en 2006. Yo colaboro con la Asociación de Padrinos de Escuelas Rurarles (APAER), ONG que había hecho un convenio ese año con el Banco Hipotecario. El banco, como parte de sus acciones de RSE, quería financiar la construcción de escuelas nuevas, más su equipamiento.
“Me convocaron como voluntario y le hicimos dos propuestas al banco. Cómo íbamos a manejar el dinero: APAER se iba a hacer cargo de la administración y gestión de los fondos, yo me iba a hacer cargo del proyecto y la supervisión de la obra en Misiones; por otro lado, el Hipotecario iba a poner el 100% para materiales y equipamiento”. La otra pata era la comunidad que se iba a hacer cargo de la mano de obra. Hubo que capacitar a muchos de ellos.
“La segunda propuesta que se le hizo al banco fue que íbamos a realizar un viaje previo para detectar recursos materiales, porque todos los materiales fueron comprados en el lugar, o sea que la tecnología utilizada fue la del lugar. Ese viaje permitió ver también las capacidades de quienes se iban a encargar de la construcción; algunos sabían algo, pero la mayoría, no. De acuerdo con eso, elaboramos el proyecto que tenía en cuenta las tecnologías posibles y la mano de obra posible.”
La escuela había sido originalmente un aula satélite de la escuela Nº 536 de San Pedro. “Aula Satélite” es la que está en el ámbito rural, pero su dirección está en otro lado. Esta escuela de madera, hecha por los padres, estaba ubicada en terrenos ocupados y se incendió en 2005. La comunidad logró ser reubicada en otra zona con terrenos propios. Ahí se hizo la segunda escuela, también de madera y con las chapas, quemadas, de la anterior.
La escuela Fishbach, padrinos de esta escuela, recurrió a APAER. Como en ese momento se firmó el convenio con el banco se decidió hacer una nueva. El proceso fue interesantísimo: se trabajó con prototipos, porque obviamente Lavaselli no podía estar allí todo el tiempo; cuando iba, algunos fines de semana, compartía los prototipos y los avances.
“Una de los cosas importantes en este tipo de obras -dice el arquitecto- es que una vez finalizada su mantenimiento debe ser con un costo muy bajo, porque no hay dinero para mantenerlo. Lo mismo ocurre con el armado: por ejemplo, poner una cocina es complicado porque son zonas sin gas natural y las garrafas sociales son igualmente bastante costosas”. Por eso, la cocina económica es la mejor opción, porque la madera la pueden conseguir y con ella pueden cocinar.
“La construcción de la escuela se hizo con maderas de allá y las cortaron con motosierra porque es la tecnología que ellos saben usar. Si nosotros lleváramos instalaciones desde acá, después si se les rompe algo no lo pueden arreglar o no tienen los repuestos. Tienen que ser mecanismos simples y de uso cotidiano porque cualquier problema que tengan lo tienen que poder resolver sin que estemos nosotros atrás”.
Uno de los anhelos del estudio y la ONG es que la misma escuela empiece a contar su experiencia en otras comunidades para ayudarlas a replicarla. “Ya están asesorando a otras escuelas en cómo lograr que esto suceda. Por supuesto, apareció la referencia de la escuela dentro de la comunidad. De ser un rancho pasó a ser una escuela con un gran respeto por la educación, y eso modificó muchas actitudes de los chicos, desde su vestimenta hasta los símbolos. Cada vez que voy, esa conciencia es mayor y entusiasma mucho por lo que uno puede hacer.”
El arquitecto Lavaselli está ahora colaborando con otra asociación civil, Coincidir, para construir escuelas nuevas. “Estamos con muchos proyectos; uno de ellos, una escuela guaraní en la localidad de Pozo Azul, Misiones. Tenemos ya el acuerdo firmado con la empresa Weber, para que ellos hagan lo que en ese momento hizo el Banco Hipotecario. Hicimos el primer viaje de detección de recursos y estamos muy entusiasmados de trabajar con esa comunidad.”

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